4 mar 2014

Carta de un infeliz

Domingo 3 de Mayo de 1992.

Fui de esos tipos que nunca pegaron una en su puta vida. Fui de esos tipos a los que su mujer los deja por el más confiable amigo, por una aparente falta de atención. Fui de esos tipos a los que caminando de vuelta a casa, luego de un arduo día, una camioneta lo tira a la mierda y lo deja varios meses inválido, sumergiéndolo luego, en una depresiva y dolorosa rehabilitación.
De esos mismos que tienen 3 hijas, que lo odian y se avergüenzan de él frente a los demás. De aquellos desgraciados que son arduamente cuestionados por su poca capacidad y que desperdician la vida en una servicial esclavitud laboral.

Quizás no fui el mejor padre, ni marido ni empleado, pero traté de hacer mi mejor trabajo para suplir esos cupos... Al principio me tomé todo a la ligera y pensé que sería fácil, pero las acciones que uno hace conllevan grandes responsabilidades, tal y como el hombre araña dijo alguna vez. En mi intento de existencia todo esto no lo supe y me sobrepasó. En la cresta de los trastornos físicos y mentales, no supe manejar las cosas, ni dejé que nadie alrededor mío lo hiciera. Tardé mucho para darme cuenta de todo esto.

Ahora que mi final es inminente, me urge decir que todo estuvo mal desde el principio; pero no le echo la culpa a nadie más que a mí. Yo siempre busqué la salida rápida de todo, lavándome las manos siempre y nada me salió como esperaba. Reflejo de esto, son estas líneas que estoy escribiendo, dignas de un tipo que no fue feliz y que no tuvo remedio alguno. Soy el zorro que escapó y que ahora finalmente es apuntado con un arma cargada de consecuencias y responsabilidades. A mi juicio, el tiro de gracia es necesario.

Por lo tanto resolví que consumiré mi vida en un tropiezo al vacío, dejando como conclusión de mi vivir esta carta, que aunque sea poca cosa, pueda ayudar, a que a alguien que está en un camino parecido, pueda darse cuenta a tiempo de lo que puede evitar, lo que me es suficiente para justificarme en algún futuro. Ahora que esto se termina, no tengo nada más para ofrecer y solo me toca decir que es mi deseo que mi gata Violeta sea entregada a mi mamá y disculparme por mi manera de ser en estos 46 años.


Antonio Enrique La Iacono

PD: (Como en un contrato; mi firma, solo queda a Dios o a Lucifer hacer el resto)