10 ago 2015

El día que Dios lloró

Olvidado en mi lugar estoy.
Caminando por los lados, pensado y sufriendo.
No hay razón de matar, o ser matado.
No hay olvido peor que el de no perdonar.
No hay perdón, en mí ahora.
Pienso en mi hermano, desterrado  de mi hogar.
En su mundo no hay dolor.
Todo es risa y dolor.
Yo, muriendo cada día más.
Pienso en la frase, ¿Dios ha muerto?
Y cada día creo que es cierta.
Yo me considero inmortal y nadie me puede matar.
Es difícil de llevar la carga de miles de preguntas.
Ya no contesto más.
Ya no escucho.
Muero un poco más.
Veo las cosas que ocurren.
Escucho los gritos de dolor, de los millones que habitan ahí abajo.
El fin de la existencia llego.
Veo que pocos llegan a mi puerta.
Las risas de mi sangre contraria, no paran debajo del hogar de los mortales.
Las lágrimas caen de los recién llegados, sin entender que es lo que ocurre.
Abro los brazos y exclamo.
Yo soy, el que murió para ustedes.

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