27 may 2014

El monstruo de los relámpagos

Juan Romero era chico de unos 8 años de edad, que se aterraba profundamente con las noches de tormentas, ya que pensaba que en esa situación, el monstruo de los relámpagos se lo llevaría. Les llorisqueaba a sus padres continuamente acerca de aquel monstruo, el cual lo había conocido en una rima antigua escrita en un papel, dentro de un viejo libro perteneciente a su abuelo Gabriel Romero. Juan poco sabia de su abuelo, que murió por causas desconocidas y cuyo cuerpo jamás fue encontrado. Ese era un tema sobre el que la familia no se pronunciaba. Juan se apegó al único recuerdo de su abuelo, aquella rima, que decía: -Si difícil de creer es, difícil de ver será, las mentiras de tus padres lo obligaran y el monstruo de los relámpagos te llevará-

Los padres de Juan, Juan Manuel y Miranda, le dijeron tranquilamente que no se preocupara de aquel mito del que hablaba la rima y que en caso de aparecer un monstruo, que solo cerrara los ojos y contara hasta 5, y el monstruo desaparecería. Juan les creyó a sus padres y tomo aquello como sabia referencia. Una noche de tormenta, el reloj de madera que estaba en el comedor del departamento, ya marcaba la 1:30 de la mañana. Los padres de Juan yacían en su habitación durmiendo, hacía ya más de dos horas, pero  en cambio el pequeño Juan estaba en su habitación sin poder dormir, tenía su rostro pegado a la ventana observando la tormenta inerte, hasta que algo luminoso se concentró en la calle. Era una figura similar a la humana, pero algo más imperfecta, que se acercaba lentamente.

Juan cerró sus ojos y en voz alta exclamó -1, 2, 3,4…5-. Esa especie hombre de pronto desapareció. Con un suspiro aliviador, Juan volteó su cabeza al no verlo más en las calles, pero repentina e inesperadamente, aquel hombre de luz se apersonó en su cuarto.  Estaba parado sobre la vieja alfombra, y a simple vista tenía sus manos brillantes como la de efectivos relámpagos, las cuales tenían dedos largos y brillosos, una cabeza enorme con ojos que despedían rayos de luz muy fuertes al igual que su boca. Juan comenzó a gritar horrorizado clamando por sus padres, estos se despertaron y rápidamente al entraron en la habitación de Juan, pero el monstruo se evaporó súbitamente como un rayo que cae en la tierra. Tan solo quedó una mancha oscura en el lugar donde estuvo parado. Juan, con sus ojos rojos de llorar, acusó a sus padres de haberle mentido.

Los Padres de Juan preocupados por la obsesión de su hijo con tal criatura a medida que pasaban los días y por la evidencia de su existencia, deciden escaparse por un fin de semana a la costa, para calmar las cosas. Un 16 de septiembre de 1988 partieron a la casa del abuelo Gabriel, en el campo por la zona de Vivoratá de Buenos Aires pegada en la ruta número 2, la cual no visitaban desde el verano pasado.
El primer día de aquel fin de semana fue tranquilo, decidieron ir a pasear por el centro comercial de aquella zona, era un fin de semana de lo más normal. El día siguiente, domingo, empezó algo nublado con cara de tormenta, pero Juan no se mosqueó en lo más mínimo, lo cual fue un alivio para Juan Manuel y Miranda. Como motivo de despedida de Vivoratá, la familia cenó con un sabroso asado.

Al terminar de comer, pasa lo que ninguno quería que pasara hacía ya un tiempo: empieza a lloviznar y a relampaguear. Los padres rápidamente confortan y cuidan a Juan. Entran a la casa e intentan descansar para al otro día partir hacia Mar Del Plata, pero tocan las 12 de la noche
y Juan está sin dormir de nuevo, en la habitación que era de su abuelo, observando estresado la ventana, cuando traumáticamente cae una luz brillante en el campo, a gran velocidad.

Esta luz comienza a avanzar lentamente hacia la casa, y Juan previniendo mediante experiencia, corre hacia a sus padres. Los tres juntos se asomaron por la ventana, esperando una nueva respuesta a esa pesadilla que estaba reviviendo. La luz brillante se movió a sus espaldas y con un grito digno de un relámpago, hizo saltar del lugar a Juan y a sus papás. Juan Manuel solo gritó –Deja a mi hijo, conozco ahora tu historia maldito desgraciado, no te vas a llevar a mi hijo- El monstruo emitió un rugido espeluznante y esbozó palabras perfectamente entendibles: – No, tú hijo no…es a ti al que le toca...-

Juan Manuel entró en incertidumbre y murmuró –Entonces mi padre me mintió…- acto seguido; un estallido iluminó toda la habitación, y solo quedó una mancha negra quemada en el piso, aparte de Juan y su madre Miranda, que quedaron tirados en un sofá arruinado, inconscientes. La policía y una ambulancia arribaron al lugar al día siguiente, por la denuncia de algunos vecinos acerca de ruidos extraños en la noche anterior. Ambos quedaron hospitalizados y con amnesia permanente acerca de los recuerdos de aquellos días. Tras un largo periodo de investigación; Juan Manuel Romero fue declarado ausente con presunción de fallecimiento.

Todo transcurrió tranquilamente en la vida de los Romero en adelante. Pasaron 20 Años de lo ocurrido, y Juan logró conformar su propia familia, su madre había fallecido hacía ya 5 años pero ahora tenía a su esposa Julieta y su hija a la que le puso el mismo nombre de su madre, Miranda. Un día lluvioso y aburrido, Miranda con sus curiosos 6 años, hurgando las cajas de recuerdos de su papá, encuentra un pedazo de papel en un viejo libro, se lo muestra a Juan y este sin recordar que era aquello de su niñez, le dice que es tan solo una rima antigua que había escrito su abuelo, y le restó importancia al asunto.

Al anochecer, la lluvia de ese día se volvió algo violenta junto a los truenos, y Miranda acostumbrada a leer alguna cosa antes de dormir, saca el avejentado papel de su mesita de luz y lee en voz alta la rima  -Si difícil de creer es, difícil de ver será, las mentiras de tus padres lo obligaran y el monstruo de los relámpagos te llevará- la lluvia cesó y la luz invadió la habitación.

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