En una vieja
casona de Martínez, residían una madre y un hijo ya hacía mucho tiempo. Sus
nombres eran María Ester Rosas, y Ernesto Rosas, que cambió su apellido paterno
García al ser abandonado a los 5 años por su padre.
María Ester
ya era una anciana de unos ochenta y pico de años, vividos con una gran lucidez
y Ernesto ya había pasado los cincuenta. Ambos vivían juntos, ya que Ernesto
nunca se había casado y el dinero de alquiler de un local que poseía en el centro,
y del cual vivía, nunca le permitió independizarse, el cual no era un tema que le preocupara
demasiado.
Eran una
familia muy extraña y solitaria, raramente salían y eran de muy osco trato, los
vecinos no notaban su presencia y apenas tenían conocimiento de que alguien
viviera en esa casona. Era esta la razón principal por la cual los visitantes estaban
interesados en los Rosas, nadie notaria su falta.
En la penumbra
de un miércoles, mientras los Rosas dormían, un gran objeto similar a un barco,
brillante y con enormes patas se posó sobra la vieja casona, nadie lo vio ni
escuchó, era muy tarde y la desconocida y sofisticada tecnología de tal aparato
permitía que no se escuchara ruido alguno de su maquinaria. Es así como en pocos
minutos y sin mayor resistencia, María Ester y Ernesto fueron abordados en
estado somnoliento por unas especies de cañerías que los abdujeron por las
ventanas de la casona hacia ese barco volador.
Al
despertar, solo se encontraba Ernesto. Estaba desnudo y en una gran burbuja, y a su alrededor solo había luces y botones que emitían
notas musicales. A pesar de lo confuso del episodio, rápidamente entendió todo
debido a su afición a los libros y comics de ciencia ficción: Había sido
abordado a una nave alienígena o algo similar. Comenzó a gritar y patalear
dentro de la burbuja, por lo que de repente apareció frente a él, un ser muy alto;
de aproximadamente dos metros y medio, con largas extremidades similares a los
humanos y vestido con un material similar al aluminio, que solo dejaban al
descubierto sus enormes ojos negros. Ernesto asombrado solo recurrió a
reclamarle por su madre.
“Tu madre está
bajo atención quirúrgica, quédate en paz” pronunció aquel visitante, pero sin
abrir la boca. Todo fue telepáticamente y luego se desvaneció como una luz apagándose.
Ernesto paso los dos siguientes días en aquella burbuja carcelaria pensando como escapar y muy preocupado por su madre. Tras sufrir un largo
rato de hambre, sed, y cansancio, Ernesto no encontraba salida alguna y comenzó a llorar; lagrima tras lágrima
que caía de su mejilla en aquella burbuja, la iban despedazando silenciosa y lentamente . El hombre se avivó rápidamente; por lo que trato de orinar, pero fue imposible, aparentemente no había consumido suficiente liquido en lo días aledaños o probablemente esos individuos pudieron haber extraído gran parte del liquido de su vejiga de algún modo experimental para realizar análisis. Así que comenzó a escupir como pudo y a suministrar las pequeñas gotas de liquido que quedaban en sus ojos, hasta que logro destruir su prisión al cabo de un largo rato.
Desnudo, comenzó
a correr unos metros por ese delirio de lugar hasta que cayó en un una abertura
en el suelo por accidente, se deslizó unos cuantos metros y llegó a lo que parecía
el sótano de la nave visitante. Ese lugar parecía una carnicería; había restos humanos
por doquier, camillas y frascos con sustancias que contenían nombres en idiomas
ilegibles, excepto por un estante que estaba en perfecto español. Aquellos frascos tenían
nombres de enfermedades muy conocidas tales como cáncer y lupus, y parecían estar almacenadas en una forma sintetizada en aquellos recipientes. Parecía que no había lugar para la raza humana en lo que los alienigenas estaban planeando.
Observando
un frasco, de nuevo el mismo ser que lo advirtió hacia dos días volvió a aparecer.
Ernesto lo vio y furiosamente volvió a reclamar por su madre y que era lo que allí
estaba ocurriendo, a lo que el desconocido respondió telepáticamente como lo había
hecho anteriormente: “Tu madre no lo soportó. Tú especie es inferior químicamente.
Ahora te encuentras en nuestra sala de experimentación; nuestro objetivo es
exterminar a tu especie con estas enfermedades combinadas que a vosotros los
aquejan y así ocupar tu planeta ya que el nuestro posee sobrepoblación. Tú te
quedaras aquí para soportar y morir. Experimentaremos contigo, tú no eres nadie aquí.” Ernesto propinó a darle una golpiza terminado aquel discurso, pero sus fuerzas físicas habían mermado repentinamente sin darse cuenta;un gas químico comenzó a salir de las rejillas superiores del
cuarto, Ernesto Rosas perdió el conocimiento.