Me desperté.
Caminé hasta al baño sin pisar las juntas de parquet, y noté que tenía las uñas
de los pies bastante largas, cosa rara, ya que yo siempre soy muy pulcro. Cerré
la puerta del baño, y fui directo al espejo, cerré el botiquín y empecé a
mirarme.
No sé por
qué, pero el que estaba del otro lado del espejo no era yo. Es decir; tenía mi apariencia y todo aquello, pero parecía que le faltaba algo, que yo
creo que tengo o tenía. Sentí que me había acostado la noche
anterior siendo yo, y amanecí siendo otro u otra cosa.
Pero logré sacarle la ficha, el del espejo no tenía mis alas, ni tampoco mi aura blanca, capaz
alguien la había aniquilado. Me quedé inerte ahí
parado, mirando un buen rato a los ojos, al monstruo detrás del espejo. Era sorprendente. A medida que el tiempo pasaba, aquel se iba deformando físicamente. En el transcurso, los ojos se le hundieron hasta formar 2 pozos negros, le brotaron escamas peludas en la cara, y sus orejas se iban retorciendo elásticamente. Además, su expresión se iba haciendo cada vez más triste y
enfurecida.
Hasta que me cansé. Lo escupí, y se enojó mucho. Me agaché y me refugié debajo del mueble del espejo unos 20 minutos, hasta que se tranquilizó, pero de igual modo sus susurros me fueron desencajando. Gateando y cagado de miedo, metí la mano en la tubería y primero tiré de sus brazos, después de su cabeza y terminé de sacar el resto del cuerpo de un tirón. Saqué a Laszlo del inodoro. Él también estaba nervioso y algo confundido, pero al menos no estábamos solos. Logramos escapar, reflejando la luz que entraba por el ventanal del baño, en la navaja de afeitar, molestando al bicho directo a los ojos. Mientras nos reíamos de la aventura vivida, rajamos a tomar el 124.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Comenta!