7 mar 2014

El laberinto de Capital

Claudio, Leandro, Pablo y Maximiliano, tenían una fiesta de un incierto personaje por la zona de Parque Chas. Arduamente los amigos consiguieron llegar a ese barrio, pero dentro de él, ninguno de los cuatro conocía ninguna calle, así que empezaron a caminar y a dar vueltas por el barrio. El reloj de Maxi ya marcaba las once y media de la noche, y  ya empezaban a estar preocupados porque no encontraban la dirección de la fiesta, por eso es que
al encontrar un quiosco  abierto en una esquina, Claudio entró a preguntar a la persona a cargo del local por tal dirección. 
Al entrar lo único que se podía ver era algunas gaseosas y caramelos con pinta de haber expirado y a un viejo de unos 70 años de edad que parecía ser el dueño. Claudio entonces le pregunta: “Disculpe señor, estamos buscando la calle Marsella”, el hombre le señala con su dedo tembloroso y mugriento hacia la izquierda, por lo que los chicos entonces van hacia allá y luego de vueltas y vueltas, nuevamente se encuentran con el mismo quiosco. Vuelven a preguntar de nuevo al mismo extraño sujeto. Esta vez el anciano señala para otra dirección. Claudio con una profunda ira y a corto plazo de entrar en la más desesperante cólera, se lanza sobre el cuello del anciano y gritando como un loco en manicomio exclama: “Donde carajos estamos viejo mentiroso”. El anciano con una voz ronca responde tranquilamente “Perdidos seguro que están, yo hace 40 años que tengo este quiosco en este barrio del demonio” los cuatro amigos quedaron atónitos y al mismo tiempo comienzan a preguntarse  como salir de aquel infierno. El anciano nueva mente responde “Yo nunca pude salir de Parque Chas, y nunca tuve que a ver llegado aquí en 1972”.

Con Leandro entrando en pánico, Pablo con su celular sin señal, el comienzo de un ataque de Maxi, y con la locura de Claudio al borde de la explosión, decidieron igualmente caminar de nuevo por el barrio y dar vueltas sin parar. Ya era de madrugada y hacia horas que deambulaban dando vueltas, cuando lúgubres sombras y sonidos de óxido empiezan a aparecer por la zona a lo que seguidamente Pablo logra conseguir algo de señal telefónica, y llama a la policía. Contesta enfáticamente una mujer con una voz aguda a la que  el joven le grita: “¡Auxilio estamos atrapados en Parque Chas, estamos en la calle Ginebra!“ Y la mujer despreocupadamente del otro lado responde: “Disculpe señor, pero en nuestro registro Parque Chas figura que dejó  de existir hace más de 40 años, luego del gran incendio del 72´. Lo sentimos, pero debe de estar equivocado”. Instantánea la comunicación se corta y el pánico apodera a Pablo, quien salió corriendo hacia la oscuridad.

“¡Hemos perdido a Pablo!” grita Maxi con su voz chillona, Claudio estalla aún peor en la locura más profunda al escucharlo, y entra desencajado en un local abandonado el cual decide examinarlo para hallar respuestas. Desde adentro grita a lo demás que esperen afuera. Tras varios minutos sin noticias de Claudio, Maxi y Leandro deciden entrar, y se dan cuenta que el local parecía o era una sala de velorios abandonada, y al entrar al cuarto del fondo tropiezan con un ataúd cerrado. Con curiosidad de espanto deciden abrirlo lentamente en donde se encuentran con un esqueleto maltrecho y con ropas que se asemejaban a la vestimenta de Claudio. Leandro y Maxi se aterrorizaron, y extrañadamente  trataron de convencerse de que ese de allí, no era el mismo al que estaban buscando.


En busca de alguna pista comenzaron a revisar sus pantalones donde efectivamente encuentran la billetera de Claudio con su identificación adentro, momento en el que escuchan un susurro proveniente de atrás des sus cuellos; era la voz de su amigo murmurando reiteradamente: “Encontraron mis huesos...”. Ambos chicos comienzan a gritar y salen corriendo del lugar hacia la calle, donde corren dos cuadras y se topan con  un poste de luz donde yacía el cuerpo de Pablo colgado con un alambre de púas desde el cuello y con sus vestiduras completamente ensangrentadas y destruidas. Al quedarse paralizados con esa imagen, escucharon de la nada una bocina de lo que parecía ser un tren acercándose. Miraron hacia la izquierda y nada había, luego hacia la derecha y tampoco, sin tiempo a nada, la oscuridad eterna apareció.