Claudio, Leandro, Pablo y Maximiliano, tenían una fiesta de
un incierto personaje por la zona de Parque Chas. Arduamente los amigos
consiguieron llegar a ese barrio, pero dentro de él, ninguno de los cuatro conocía
ninguna calle, así que empezaron a caminar y a dar vueltas por el barrio. El
reloj de Maxi ya marcaba las once y media de la noche, y ya empezaban a estar preocupados porque no
encontraban la dirección de la fiesta, por eso es que
al encontrar un quiosco abierto en una esquina, Claudio entró a preguntar a la persona a cargo del local por tal dirección.
al encontrar un quiosco abierto en una esquina, Claudio entró a preguntar a la persona a cargo del local por tal dirección.
Al entrar lo único
que se podía ver era algunas gaseosas y caramelos con pinta de haber expirado y
a un viejo de unos 70 años de edad que parecía ser el dueño. Claudio entonces
le pregunta: “Disculpe señor, estamos buscando la calle Marsella”, el hombre le
señala con su dedo tembloroso y mugriento hacia la izquierda, por lo que los
chicos entonces van hacia allá y luego de vueltas y vueltas, nuevamente se
encuentran con el mismo quiosco. Vuelven a preguntar de nuevo al mismo extraño
sujeto. Esta vez el anciano señala para otra dirección. Claudio con una
profunda ira y a corto plazo de entrar en la más desesperante cólera, se lanza
sobre el cuello del anciano y gritando como un loco en manicomio exclama:
“Donde carajos estamos viejo mentiroso”. El anciano con una voz ronca responde
tranquilamente “Perdidos seguro que están, yo hace 40 años que tengo este
quiosco en este barrio del demonio” los cuatro amigos quedaron atónitos y al
mismo tiempo comienzan a preguntarse
como salir de aquel infierno. El anciano nueva mente responde “Yo nunca
pude salir de Parque Chas, y nunca tuve que a ver llegado aquí en 1972”.
Con Leandro entrando en pánico, Pablo con su celular sin
señal, el comienzo de un ataque de Maxi, y con la locura de Claudio al borde de
la explosión, decidieron igualmente caminar de nuevo por el barrio y dar
vueltas sin parar. Ya era de madrugada y hacia horas que deambulaban dando
vueltas, cuando lúgubres sombras y sonidos de óxido empiezan a aparecer por la zona
a lo que seguidamente Pablo logra conseguir algo de señal telefónica, y llama a
la policía. Contesta enfáticamente una mujer con una voz aguda a la que el joven le grita: “¡Auxilio estamos
atrapados en Parque Chas, estamos en la calle Ginebra!“ Y la mujer despreocupadamente
del otro lado responde: “Disculpe señor, pero en nuestro registro Parque Chas figura
que dejó de existir hace más de 40 años,
luego del gran incendio del 72´. Lo sentimos, pero debe de estar equivocado”.
Instantánea la comunicación se corta y el pánico apodera a Pablo, quien salió
corriendo hacia la oscuridad.
“¡Hemos perdido a Pablo!” grita Maxi con su voz chillona,
Claudio estalla aún peor en la locura más profunda al escucharlo, y entra
desencajado en un local abandonado el cual decide examinarlo para hallar
respuestas. Desde adentro grita a lo demás que esperen afuera. Tras varios minutos
sin noticias de Claudio, Maxi y Leandro deciden entrar, y se dan cuenta que el
local parecía o era una sala de velorios abandonada, y al entrar al cuarto del
fondo tropiezan con un ataúd cerrado. Con curiosidad de espanto deciden abrirlo
lentamente en donde se encuentran con un esqueleto maltrecho y con ropas que se
asemejaban a la vestimenta de Claudio. Leandro y Maxi se aterrorizaron, y
extrañadamente trataron de convencerse
de que ese de allí, no era el mismo al que estaban buscando.
En busca de alguna pista comenzaron a revisar sus pantalones
donde efectivamente encuentran la billetera de Claudio con su identificación
adentro, momento en el que escuchan un susurro proveniente de atrás des sus
cuellos; era la voz de su amigo murmurando reiteradamente: “Encontraron mis
huesos...”. Ambos chicos comienzan a gritar y salen corriendo del lugar hacia
la calle, donde corren dos cuadras y se topan con un poste de luz donde yacía el cuerpo de Pablo
colgado con un alambre de púas desde el cuello y con sus vestiduras
completamente ensangrentadas y destruidas. Al quedarse paralizados con esa
imagen, escucharon de la nada una bocina de lo que parecía ser un tren
acercándose. Miraron hacia la izquierda y nada había, luego hacia la derecha y
tampoco, sin tiempo a nada, la oscuridad eterna apareció.