Pienso, reacciono y vuelvo a pensar.
Pienso otras ves.
Pero nada sale de mí ser.
Dejo de pensar y me pongo a beber.
Me prendo un cigarro y luego otro sin dudar.
El dulce cáncer llena mis pulmones y me va quitando años de
vida.
Bebo otro trago, y sin que él se dé cuenta, lo voy
destruyendo de apoco.
Pienso en otra cosa, pero esta vez es una hoja en blanco.
Me prendo otro cigarro, y otro a continuación.
Esa hoja en blanco tan bella que me pide que la llene con conocimientos.
Que la llene con mis bellas palabras de suspiro y depresión.
Termino de pensar y me sale una idea.
Me sirvo otro trago y ni siento su calor.
Una idea tan genial que nadie la tendrá.
Antes de escribir me pongo a pensar otra vez.
Pienso y pienso sin parar.
Llego a una conclusión final y decido que esa idea se quede
con migo para siempre.
No me importa compartirla, no me importa exhibirla.
Tan solo pensar en ella me hico abrir las puertas del paraíso.
Me prendo mi último cigarro.
Me tomo lo último que queda en el fondo del vaso.
Una fuerte tos sale de mi interior.
Unas gotas de sangre salen de mi boca.
Ahora solo tengo que esperar, lo que mi última idea me
enseño.
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